Cerrás los ojos y empezás a sintonizar. Girás la rueda que te lleva por todo el dial, te parás en un recuerdo. Te reís, te emociona, te aburre, seguís. Oh! De pronto esa vocecita, cuantas veces sonó en noches larguísimas en las que parecía que el sueño se había aliado al amanecer. Te trae tantas sensaciones esa vocecita, dulce, suave, de almendra. Seguís, mejor seguir, pensás. Acercándose a otro punto se empieza a escuchar una frecuencia que gana fuerza, que lo empieza a llenar todo, que se ha vuelto potentísima. Ya está, está sintonizada. Como suena, retumba en cada rincón de tu mente. Es la emisora que elegís para seguir escuchando. Cada día de tu vida la escucharías, a cada momento lo harías. Ahora nada te interrumpe, la estás escuchando, que placer cuando después de tu canción favorita oís la voz de ella que dice con toda la dulzura del mundo: A tomar la leche…
Somos radios, tenemos nuestro dial incorporado, es importante agarrar la rueda y hacerla girar de vez en cuando. Tenemos emisoras y programas maravillosos. Cuanto vale? Una cerradita de ojos. Y bienvenido a la banda sonora de tu vida.
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