Es asombroso como se magnifican los acontecimientos a la distancia. Una niña que dice papa, como le sale, por primera vez; se convierte en una soprano dando su magnífico toque de prima dona en la más maravillosa de la arias.
Se atropallan las sensaciones, nos parece oirla, cuando ella está dando esos sonidos que apenas puede enlazar con la imagen de su padre aun. A vos a la distancia te parece haber escuchado toda una declaración de amor a ese padre que espera ansioso la salida del aire de esa boquita que logró dar un sonido placentero a sus ansias de progenitor.
Hoy te levantaste y encendiste la televisión, las noticias de cada mañana. Europeos proponiendo a españoles a que se conviertan en europeos a costa de tanta tradición, firmando el sí de una constitución. Dicho por muhcas bocas, de muchos colores. Después las mezquinas propuestas de cada uno, pero no mucho más. De pronto, en tu lejana e idílica ciudad -en el recuerdo- una cárcel convertida en un campo de batalla, imágenes conmovedoras de gente que no se entiende con otra gente y que actúa con un odio impensable.
Te frotás los ojos, crees no estar viéndolo. AL final te decis: Mi ciudad! Es la primera vez que ves a tu ciudad en las noticias , aunque sabés que allí hay acontecimientos importantes, que hay buenas noticias, que sale el sol como en todos los sitios del mundo, que la gente se besa, rie, canta, charla, vive. Vos sabías tantas cosas y de pronto, una cárcel llena de crueldad es la noticia.
Terminan de pasar las imágenes y un tipo de corbata comenta sonriente sobre la feria de arte contemporáneo en Madrid. A ese tipo, y tantos otros que hacen ese espacio, les sirvió tu ciudad un par de minutitos. Ni sienten, ni saben, ni les importa que esa gente a vos sí te importa.
A esta hora ya estás, por lo menos, intranquilo imaginándote los acontecimientos, sabiendo que tu padre periodista puede estar por allí, que tenías un compañero que vive cerca, que alguien que conozcas puede estar muy triste, sintiendo por cada uno de los que están en tu ciudad. Los hechos, una vez más, se han magnificado.
Las noticias llegan como una enorme bomba. La mañana está empezando entre tostadas y café, pero a vos te acaban de incendiar la ciudad.
Te llenás de bronca por haberles prestado el nombre de tu ciudad a esos tipos de corbata que suman un puntito de rating a su espacio.
Prefiero que no hayan tipos de corbata de por medio, prefiero que se ocupen de sus cosas, me encantaría que no hubiera noticias terribles. Es imposible.
Pero elijo, eso sí puedo, que me llame mi hermano y me diga: La Luz me dijo papá!!!
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Autodestrucción argentina.
Todavía estoy conmovido por lo sucedido en el penal de Barrio San Martin, como no salgo del estupor por las 200 muertes de Cromagnon. Aunque mi asombro mas grande esta en el enorme poder de autodestrucción que tenemos cada uno de nosotros al desligar nuestras culpas en terceros. Es que todavía no se extinguía la última llama del boliche del terror, ni se tenían demasiadas precisiones de la toma del penal y ya se hablaba de responsabilidades, renuncias, fusilamientos y desprecio total por los gobernantes de turno, olvidándonos de la verdadera naturaleza del problema. Como si Kichner, Ibarra o el propio De la Sota, fueran extraterrestres que vinieron a sembrar el terror al planeta enviados por un Dios despiadado, sin que nadie haya votado a ningún candidato jamás, como si no fueran uno mas que emergió de la población, sin que otros políticos los hayan antecedido y lo peor es que pareciera que en ellos precisáramos expulsar todas nuestras culpas, como una forma de purgar nuestra conciencia de ciudadanos, sin darnos cuenta que en el poder institucional estamos inmersos todos.
Escuchaba y leía en algunos medios, aventurar de que el fatídico episodio de la toma del penal, iba a convertirse en el Cromagnon del gobierno de Cordoba, expresando al aire con total liviandad afirmaciones que rozaban lo apológico, sin detenerse un solo segundo a pensar en el verdadero rol que tiene un comunicador y sin medir el poder de influencia que ejercen en una población con un total descrédito de sus gobernantes,(merito ganado por la mayoría), con la respectiva responsabilidad de continuar construyendo una opinión publica desfavorable, que lo único que logra es mayor desprecio por las instituciones que en definitiva termina convirtiéndose en un boomerang para nosotros mismos, ya que nos debilita institucionalmente como país, colocando en primera plana la percepción de que formamos parte de un sistema en el que no confiamos y al que no queremos pertenecer, pero que inobjetablemente estamos inmersos y somos participes necesarios.
Vivimos en un estado de sospecha permanente, con la hipocresía del “que se vayan todos” a flor de labios, pero sin la valentía suficiente de asumir protagonismo en la actividad publica, que permitan un cambio y una renovación en la clase política que tanto deleznamos.
No habrá llegado la hora de que tanto políticos, ciudadanos y fundamentalmente los medios de comunicación, hagamos una tregua a esta guerra despiadada y autodestructiva, que inexorablemente nos hundirá en la anarquía generalizada como país, para pasar a tener una actitud responsable y acorde a nuestros roles, que nos permitan vivir, sin hipocresía y sin escupir nuestras culpas en un espejo que no queremos mirar…?
Mariano Pereyra
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