Viajé a mi país y me sentí incómodamente crítico de todo cuanto veía.
Es difícil no mirarlo con ojo crítico. Uno tiene los recuerdos
guardados con tal cariño, que al ver la transfiguración de la ciudad,
de la gente, de los lugares tantísimas veces frecuentados, no puede
mirar sin pensar en el fallo, en lo cuestionable de cada detalle, en
la degradación. Si hasta los árboles parecen menos verdes.
Admiro y protejo con un manto de cariño a todos los que, a diferencia
de lo que yo hice, se quedaron soportando una terrible crisis
económica, social, psicológica, mediática, política. Ni se me
ocurriría cuestionar a estos que, por elección u opción, aguantaron,
soñaron, crecieron y jamás perdieron la esperanza.
He vivido casi toda mi vida en Argentina, es un lugar maravilloso,
aunque siento que el mundo entero es mi lugar, volvería siempre a
Argentina. Conozco a su gente y sus costumbres, he recorrido todo el
país. Estuve en cada provincia ,para quienes no sean argentinos o no
hayan ido les comento, hay 22 provincias en un país inmenso de
2.800.000 km2, un tercio de Europa entera. Ir de punta a punta es lo
mismo que viajar de Noruega a Sicilia.
Decía que conozco Argentina y a los argentinos, se cuánto les ha
importado siempre como se ve su país desde afuera. Siempre se han
mirado con los ojos de otros antes que con los propios. Es una larga
tradición y sería muy extenso explicarlo. Digamos, por resumir, que
tienen una rara sensación de emigrantes. Sienten que esta tierra
fantástica donde viven, no pertenece a la parte del mundo adonde está.
Son demasiado europeos para estar en América Latina, son demasiado
latinoamericanos para olvidarse del resto y pensar en ellos. Es así
que la opinión de un viajero está sobrevaluada, toma una dimensión
inimaginable.
Estuve hace poco tiempo allí, en mi país. No podía pasear sin fijarme
en los niños de la calle, los mismos que antes eran parte del paisaje
urbano. No podía ir al supermercado, sin detenerme a ver los carritos
vacíos. No podía ver a mis amigos romperse el alma trabajando, sin
pensar en sus magrísimos sueldos. Detrás de ese velo que lo cubre
todo, hay gente fantástica, sitios soñados y un horizonte que no hace
otra cosa más que prometer futuro. Es una cuestión de dignidad.
Es difícil evitar el telón, porque la dignidad cuando se tiene es
invisible, pero cuando no se tiene. ¡Hay que ver cómo se ve!
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1 comentario:
Querido Gringo, no sabes cuanto dolor nos embarga cuando un nuevo Argentino sale de nuestro pais en busca de un lugar en el mundo...quienes aqui nos quedamos no somos heroes, simplemente no pudimos ver un mañana sin esta tierra. Estaremos aqui, esperandolos y aguardando que quienes partieron por el mundo, nos traigan sus conquistas y sus fracasos.
Gaby
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