ANILLOS

Sí, acepto.
Era la segunda vez que se escuchaba esta frase en el último minuto. Aún retumbaba lejana la voz y los dos trataban de oír más todavía para estar seguros que aquellas palabras habían rozado sus labios un momento atrás, que era por sus gargantas que habían rodado.
Se tomaban las manos, y en ese gesto se advertía que había una terrible coincidencia. Los dos pensaban en sus propios caminos, aunque no estaban seguros del destino de los pasos del otro. Se estaban quedando juntos porque era lo que les tocaba, lo que debían hacer.
Miraban su flamante fracaso desde los ojos ilusionados de los demás. Acababan de cerrar un trato, de iniciar un pacto de silencio. Sus ojos ni se encendían con el brillo de la pasión, ni si buscaban ilusionados.
No había diferencia con la desilusión de quien compra un pan de la mañana a las nueve de la noche. Sabe que no es lo mejor que puede hacer, solo se conforma con tenerlo, sabe que no lo disfrutará como a aquel otro, pero es lo que hay.
Se besan, salen y atraviesan riendo una espesa nube de arroz.
Tú los conoces, ponles por mi los nombres. Estos, como tantos otros, no comieron perdices.

1 comentario:

Anónimo dijo...

" A vosotros los modernos, a vosotros los hijos de la reflexión, os incomoda el amor entendido como goce supremo, os incomoda la divina jovialidad. Ese amor os trae desgracias. Os hacéis vulgares en cuanto quereis mostraros naturales. La naturaleza se os presenta como algo hostil; a los risueños dioses de Grecia nos habéis convertido en diablos y a mi, como a todas las diosas, me habéis transformado en una diablesa. Lo único que sabéis hacer es, o bien desterrarme y maldecirme o bien inmolaros como víctimas ante mi altar, poseídos por una locura propia de bacantes; y si uno de vosotros ha tenido alguna vez la osadía de besar mis rojos labios, peregrina descalzo y con hábito de penitente a Roma y aguarda con paciencia que florezca su seco bastón, mientras bajo mis pies brotan a todas horas rosas, violetas y mirtos, cuyo perfume no percibís. "(Masoch)