ALZHEIMER

No, yo quiero irme a la casa de mi mamá, dejame, dejame. Ahora como la papa y me voy, seguro que me viene a buscar el tío Vicente, yo me quiero ir con mamita.
Era mi abuela la que hablaba. Pobrecita. Hacía años que no tenía mamita, ni tío Vicente ni comía “la papa”. Ella se quería ir con su mamá. Yo recién hoy la entiendo, hasta ahora no había pensado en sus palabras. Tenía Alzheimer. La cruel epidemia de nuestro tiempo, una enfermedad maldita que mata mal. Que mata una parte, que no acaba de hacer. Que va rompiendo y engaña, hace unas maniobras para que a los pobres ilusionados nos parezca que cesó, que se acabará. De repente arremete de nuevo, borrando recuerdos con la fuerza de un torbellino. Arrasa ideas, revienta gestos, rompe definitivamente los vínculos. De pronto una mirada que se pierde, que no te reconoce, que te hiela. ¿Quién sos vos? Y a vos no se te ocurre decirle la verdad, no tenés coraje de mostrarle que se equivoca, que no reconoce a su nieto. Vos le decís que haga un esfuerzo, ella te pone cualquier nombre y teminás aceptándolo sin más. Sin opción, te convrtís en esa persona. En quien sea. No tenés derecho de decirle que no, al menos no te interesa hacerlo. Te volvés Vicente, Antonio, Oscar, cualquiera. Te da igual, solo te interesa que no se preocupe, no contrariarla. Vale el trueque a cambio de tantas leches calentitas, de tantas naranjas peladas con arte maestro. Ni se compara con esas sopas de invierno, con los guiños cariñosos, con los mimos antes de taparte por milésima vez en una misma noche. Nada vale más que sus enseñanzas, que su entero y total amor.
Me quiero ir con mamita…
Claro, estaba pidiendo que la liberaran de su laberinto de caras y nombres. Quería irse, con su pasito apresurado, a otro sitio donde no le costara tanto llevar adelante cada día.
Y se fue. Un día nos estrujó el corazón y partió. Quedamos con el pecho encogido, tristes hasta el aburrimiento. Se fue un ángel, hasta se debe haber ido volando. A veces lo pienso.
Hoy volando vino, me toco la cara como siempre y me dijo: No te preocupés, estoy con mamita. ¿Y sabés qué? Me llamó por mi nombre: Vicente, Antonio, Oscar, o el que sea.
Buenas noches abuela.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hermoso
uno quiere creer que es purificador despojarse de los recuerdos y irse yendo tranquilo puro, volviendo a lo que somos: niños deseando la leche calentita
O no somos de adultos nenes con drogas: televisión, autos, sillón para el living, vino, ropa, celulares, depiladoras.
NO tenemos los mismos miedos que a los tres años pero ahora camuflados con accesorios??

Martino del oeste

Anónimo dijo...

mientras leia hiciste que en un abrir y cerrar de ojos regresara a 14 años atras, y coincido en pensar que tu abuela y la de otros como yo que la sentia mia tambien se fue volando, no hay dudas...era un ANGEL, Gracias por ese instante de melancolia,es alimento para el alma.