Estamos todos tan contentos alrededor de la mesa. Esta noche ninguno se enojará, las diferencias se dejarán de lado para dar paso a la unión, la comprensión. Se puede sentir el espíritu que compratimos todos. A mi madre se la ve orgullosa, ha logrado tener una familia unida a fuerza de ejemplo y trabajo diario. Mi padre se enreda en todas las charlas de la mesa, podría responder cien preguntas al mismo tiempo.
Es la navidad de 1997, son como las diez de la noche, las copas están listas.
¿Recuerdas dónde estabas tú esa noche?
Te contaré donde estaba una amiga, una buena amiga.
Esa misma noche de navidad, la del 97, mi amiga acababa de nacer. Seguro fue por la tarde, serían las siete. Con poco más de tres horas de aire en sus pulmoncitos, la dejaron en la puerta del horfanato de su siempre cálida Calcuta natal. Por llegar la noche de navidad, le pusieron Noelina. Así se llama esta ardillita de un escaso metro de estatura.
Nació en la India, lleva el color de su origen en la piel. Ella dice que es marrón y despierta risas. Dice que le encanta la música y despierta ternura. Dice que quiere a sus padres con todo su corazón y despierta un montón de lágrimas en nuestros ojos.
Sus padres son unos grandísimos amigos, dos soñadores que se cruzaron el mundo para dar un poco más de vida. Que fueron contra viento y marea a buscar a su hija. A traerla al hogar, a darle una nueva oportunidad. Fueron a apostar por la vida, a regalar, como siempre hacen, todo su amor.
Cada Navidad, brindo con dos copas y te invito a ti a hacerlo. Una para brindar con mi familia, la otra para desearle feliz cumpleaños a esta ardillita que descubrió la vida, después de la vida.
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