Y un día, se produjo el milagro.
Es que los milagros se dan así, como un suspiro, una brisita que llega por una ventana del cielo que se dejó abierta un ángel distraído en pleno vuelo.
Nosotros estábamos de la mano, nos las apretábamos con una mezcla fantástica de ternura y fuerza. Era el instante en que nos convertiríamos en dueños del mundo, el momento en que no nos importaría nada más, pasase lo que pasase solo pensaríamos en nosotros. Es curioso, pero a nosotros nos cuesta pensar solo en nosotros, no lo había pensado.
Decía que el milagro estaba gestándose, de un momento a otro nos llenaría de luz. Una cara con ojos tan emocionados como asustados, me miraba diciéndome sin decir: Solo espero que todo vaya bien, que salga todo como esperamos, nada más. Claro –contestaba yo, sin hablar- saldrá todo bien, es todo lo que deseo. Y quiero que vos estés tranquila. ¿Quién puede estar tranquilo cuando sabe que en unos minutos verá un sirena? En fin, era mi modo de convencerme de que debía relajarme un poco. No me lo creía, seguía ansioso.
De pronto se abrieron las aguas como en el Mar Rojo de Moisés, se escuchaba el ruido del mar de la vida, el rumor de olitas chiquitas que se escondían tras la tela verde. Silencio… Un breve chapoteo… Y más silencio…
Del mar no se escuchaba casi nada, apenas un murmullo húmedo, hasta que de pronto emergió la sirenita. Única habitante del mar de la vida, dueña de todas nuestras lágrimas. Cuando vi su manita abriéndose paso en el aire del mundo de los hombres, casi me derrumbo, dio una brazada buscando equilibrio para sacar el cuerpito y nos conmovió como si hubiera dado un pase mágico. Estos breves instantes me acompañarán siempre, serán mi motor cuando no tenga más energía, serán mi luz cuando toda luz se haya apagado. Será el recuerdo del momento más feliz de mi vida.
Primero las piernitas, luego aquella manita, el otro brazo, la cabeza. Nuestra niña ya estaba afuera. Ya estaba con nosotros, a ver si podemos hacértela pasar bien. Nos dedicaremos a eso, viviremos por eso. Este mundo puede tener sus detalles, pero encontrando la vuelta, no está tan mal, puede ser maravilloso. Al fin y al cabo es lo que tenemos. Te estábamos esperando sirenita. Bienvenida, Ona. Que seas muy feliz.
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