UNO, CADA UNO Y CADA CUAL

Basta cerrar los ojos, concentrarse en sus deseos y decidir ser quien uno se proponga.
Uno puede ser bombero y apagar todos los fuegos, liberar a la gente de su trampa de hierros y cemento. Ser cada día un héroe anónimo, un ángel guardián, entregándose entero sin condiciones ni intereses.
Uno puede ser científico, buscar la solución a las enfermedades, desarrollar vacunas que se suelten en el aire y no haga falta una sola moneda nunca más para administrar medicamentos.
Uno puede ser aviador y cruzar todos los cielos del mundo con una nave en las manos. Llevando, entre un montón de asientos, sueños, ilusiones, adioses, proyectos, penas, alegrías, amistad, soledad, amor. Yendo cientos de historias a la ida y trayendo otras cientos a la vuelta.
Uno puede ser escritor y gozar con locura en el momento sublime en que la roja sangre se vuelve azul en el trazo de la pluma. Cuando se vuelca el alma en el papel y se entregan hojas y hojas de sueños. Historias fantásticas para los pequeños, escritas en papel rosado para las adolescentes encantadas. Puede llevar relatos tórridos y complejas vidas, para lectores aburridos.
Uno puede ser maestro y llenarse el corazón de alegría en el momento de enseñar las primeras palabras a un montón de pares de ojos brillantes, agradecidos. Acompañando los pasos hacia el saber de quienes serán nuestro futuro, nuestra mayor esperanza.
Uno puede ser lo que quiera, puede ser gigante o enanito. Gordo o flaco, negro o blanco; o rojo o azul. Lo que quiera.
Pero jamás, nunca, en toda su vida podrá ser nada de nada, nada dividido en mil millones, nada menos nada; si antes no ha decidido: ser uno mismo.

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