Alrededor de 1978 viajé a la luna.
Fue un viaje interesante, lo desvelo hoy como un secreto largamente guardado, sin dudas la gente recuerda a los Amstrong, Aldrin y Collins que lo hicieron en el 69. Yo lo hice nueve años después. Ellos salieron de Florida y yo de Argentina.
Pero quisiera ir por partes y contarte cómo surgió el proyecto.
Una siesta tremenda, de esas en que parece que la fruta madura de un solo golpe a 40 grados a la sombra, estaba yo en el fondo de la casa de mis abuelos. Sentado en el medio del patio, anotando en una libretita las vueltas que contaba al atleta que giraba en círculos a toda marcha. Se trataba de mi tío Juan, un tipo fantástico, dueño de un sentido del humor inmenso, capaz de hacer reír a un samurai con dolor de muelas. Éste corría enfundado en un traje de plástico azul petróleo que me tenía fascinado; y al ver mi cara de asombro, había coronado magistralmente el uniforme con un casco de moto blanco con un cristal de burbuja. El atuendo poco convencional se debía a no se qué ansias por bajar de peso a fuerza de perder litros de sudor. Él corría y se reía, pero yo estaba muy serio entregado a mi misión de notario.
En un momento le pregunté: Juan, ese traje es de astronauta o me parece a mi? Efectivamente, me dijo, me lo mandaron de Estados Unidos.
Creo que abrí la boca más grande que el león de la metro, no podía creer que la suerte fuera tan oportuna, un tío astronauta, mi sueño al alcance de la mano. Le pregunté si tenía previsto viajar al espacio y me dijo que sí, que muy pronto partiría a la Luna. Y cerró su frase con la pregunta. El mundo entero dejó de sonar, no era capaz de escuchar nada más, solo resonaban en mi cabeza sus últimas palabras: Querés venir?
No hace falta que te diga que me puse a correr detrás de él. La libretita quedó en el suelo, posiblemente tendríamos que pensar en reclutar a otro notario, pero ahora no había tiempo para eso. Ahora había que correr para prepararse.
Exhaustos nos tiramos a la sombra, para reponer el aliento. Era mi momento, debía empezar a saborear mi nueva profesión, entonces le dije: Juan, y a mí cuando me mandan el traje? En una semana, quizás dos. Listo, no dormiría por dos semanas, me veía con el traje yendo al colegio, para habituarme claro. No importaba que me vieran las compañeras y cayeran a los pies del astronauta. Ni que me regalaran cosas en los recreos los muchachos. Seguro serían muchos los que pedirían una piedrita de la luna, pero los tendría que convencer para que desistan. Esto era serio, no se puede pensar en piedritas, pero a esas cosas las sabíamos los astronautas, ellos eran niños.
El estado de excitación fue en incremento, más aún cuando mi tío Juan me recordaba detalles y elementos que debíamos llevar. Sí sí, claro no te preocupes, yo me acordaré de todo.
Una noche de diciembre de 1979, partimos de San Juan, Argentina. Serían las 10 u 11 de la noche, 2200 o 2300 como decimos los astronautas cuando empezó la cuenta regresiva. Cinco, cuatro, tres ,dos, uno… Todo sucedió muy de prisa, volar y perder la gravedad, de pronto flotábamos dentro de la nave riéndonos nerviosos. Llegamos a la Luna muy pronto. Bajamos, pisamos el suelo polvoriento y a lo lejos se veía la Tierra, allí estarán mis padres pensé. Aproveché ese momento para ir a hacer pis, tiré la cadena, volví a la cama y me hizo falta un poco de concentración para volver a la luna. Una experiencia inolvidable, tiene razón Armstrong cuando lo dice.
Después no volvimos a ir. Será que nos hemos olvidado. Si lo conocés a mi tío Juan, decile que te lleve. Y ni se te ocurra decirle que sabés que no es verdad, a él le gusta que sea así. Todas las noches me acuerdo de él, cuando miro la luna pensando que deberá estar llena de tíos Juanes llevando sobrinos a soñar.
Gracias Juan, te debo un pasaje.
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3 comentarios:
He disfrutado mucho.
Gracias por este relato.
!!! qué fantastico ese viaje!!!! y sobre todo haberlo disfrutado de esa manera...
...el que no crea, que visite el arcón de los abuelos, alli en una caja amarillenta se encuentra el traje de astronauta cubierto de polvillo, y no es del viento zonda, es propiamente de la LUNA.
Espero compartir con el mismo goce, cientos de viajes mas.
!!Felicitaciones!!! (ah!Oscar Cau cuida la caja amarillenta).
Buenísimo. Yo recuerdo que un amigo de la infancia, un tipo grande, nos hacía mirar a la luna con un carretel de hilo y un cristal.
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